Hoy voy a contarles
como me di cuenta que estaba perdiendo la vista. En el año 1986 con 34
años de edad, cuando tenía que leer algo debía salir al sol, era dueña de una librería
y cuando tenía que mirar los precios de las facturas prendía todas las luces o
me acercaba a la ventana para distinguir
bien dichos precios.
En el mes de mayo de 1987 nace mi hijo Mauro, con
un bebe y los otros cuatro chicos, los más pequeños en la Escuela y los otros
en el Colegio no había tiempo para pensar en que lamentablemente estaba
perdiendo la vista, el tener un esposo enfermo y tener que seguir llevando
adelante una familia.
Como mama pensaba
en mis hijos antes que en mí, fueron pasando los años y mi bebe ya
caminaba, una noche al salir de la Iglesia las nenas iban por delante jugando y
yo de la mano con el bebe, no me di cuenta de que había un desnivel y resbalo y
me caigo, “claro, no distinguí que no tenía que ir por allí” porque no quería que
nadie se dé cuenta que no veía.
Como toda familia los chicos dependían de mi, los
quehaceres de la casa, lavaba la ropa, planchaba, cocinaba, limpiaba la casa,
hacia pan al horno de ladrillo, tenía un hermoso patio que lo mantenía limpio
y una huerta en la que sembraba todo tipo de verduras, cuando me sentaba frente
a mi casa siempre daba la espalda a la calle porque si alguna vecina me
saludaba sin hablarme no sabía quién era, a veces me decían no me saludaste y
no se daban cuenta que no le veía.
El 7 de mayo de 1990 fallece mi bebe antes de
cumplir los tres años, creo que no hay dolor más grande al sentir que un hijo se te muere en los brazos. El 2 de mayo del mismo año, justo el día que mi bebe hubiera
cumplido los 3 años hago la primera consulta con la oculista, la cual me dice
que estaba prácticamente ciega, no tuve ganas de llorar, no tuve ganas de
culpar a nadie, sino que pensé en consolar a mi mama que lloraba como una loca
y me decía ¿que va a pasar con tus hijos?.
Pase un mes en la casa de mis padres sin poder ir a
mi casa porque tenía que ir cada dos días a control. Tenía que ser fuerte
porque mi padre era ciego y mi mama enferma del corazón. En julio
vuelvo a mi casa, creo que mis hijos no se dieron cuenta que yo estaba ciega,
lo que rescato de esto es que nunca me sentí discapacitada, delante de los
chicos sufri mucho, cuando traían tareas les decía léanme así les ayudo.
Seguí siendo madre, esposa y por no pensar cuando me
di cuenta estaba embarazada nuevamente, pasaron los meses y en el mes de enero
de 1991 con un embarazo de siete meses vendí todo lo que tenía en Salto
Encantado y nos mudamos a Oberá, cerca de mi familia.
En marzo de 1991 nace Carolina, para mí fue lo máximo
al sentir el llanto de mi hija y preguntarle a la enfermera si era sanita y si
no le faltaba nada. Cuando me la trajeron vestida la puse en mis brazos y no
deje que nadie se la lleve del lado mío. Vengo a mi casa donde me esperaban mis cuatro hijos
con mi polaquita en brazos, otro desafío para la familia y para mí. Cuidar la
bebe, cambiarla, darle de comer, pero todo fue tan lindo que nada fue difícil.
Cuando mi beba tenía siete meses, me visitaron dos
mujeres y me invitan a participar de las reuniones de un Centro Amigos del
Ciego. Paso un mes y un día decidí llegar a ese lugar donde se reunían los sábados
a la mañana en la parte de atrás de la Iglesia San Antonio, estuve con otras
personas ciegas como yo, todos mayores, me contaron que podía aprender a tejer,
el sistema braille, orientación y movilidad,
eso me llamo la atención, como aprender a caminar guiada por un bastón.
Venia gente de Posadas para realizar demostraciones
de como el lazarillo tenía que caminar con un ciego. En junio de 1992 nace mi
segundo hijo después de ciega, mucha gente me crítico, mi propia familia me decía
que iba a hacer con dos chicos si no vas a ver y yo les decía: ellos tienen los
ojos que a mí me falta. Fui a unas clases de rehabilitación, era muy difícil
con los dos chicos, mis hijas iban al colegio, los varones trabajaban y yo tenía
que hacerme cargo de los bebes y de la casa, mi marido trabajaba en Jardín América
toda la semana.
En 1993 asumí con más responsabilidad y me di
cuenta que necesitaba una rehabilitación, total concurría a todas las clases
que se daban en el Centro de Ciegos, tejidos de macramé, cartonado, las
primeras letras en braille y el manejo del bastón me costaba mucho, pensar que con
ese bastón al parecer tan insignificante podía sentirme libre y caminar sola,
tuve la ayuda de una gran persona que es el Profesor Diego Constantin, me
enseño como subirme a un auto, a un colectivo, como orientarme al pasar una
calle, tener la seguridad y como detectar el peligro, o sea una vereda rota, un
árbol y tantas cosas más. La otra persona que también me ayudo en mi orientación
fue María Laura Dontti, con ella tuve la seguridad que no tenía antes al
caminar, porque un ciego cuando asume su discapacidad y que en ese bastón
encuentra la identidad, no tenemos que tener vergüenza ni sentirnos menos al
usar un bastón.
Creo que lo más difícil de una rehabilitación es cómo
encarar a la familia, que te acepten como sos, con la torpeza de un ciego y a
veces tener que llevar todo por delante, aprendí todo lo que me propuse,
tejido, cartonado, encuadernación, cerámica, todas las otras artesanías y en lo
que más hice hincapié fue en el sistema braille con el cual hoy hago
transcripciones de libros y enseño a todo aquel que quiera aprender.
Estudie informática a través de un convenio que
tuvo el centro de Ciegos con el IPET, así tuve acceso a la escritura en una
computadora, hoy tengo la mía que tiene un programa de vos con la cual puedo
escribir y escuchar los mensajes.
Hace 18 años soy viuda, siempre fui y soy cabeza de
la familia, a mis hijos le habrá faltado la parte material de las cosas per el
amor y el cariño nunca le faltaron.
Año 1997, me invitaron a un programa de radio en la
cual fui co-conductora con Chinchu Sosa, es una de las cosas que me gusto y me
sigue gustando poder salir al aire.
Lo que no me gusta es que me tengan lastima, sentir
la discriminación, el que le pregunten a la persona que me acompaña ¿ella no
ve? Si sabían y saben que nosotros no vemos pero hablamos, a mí ahora lo que me
queda por hacer es tener mi propio Taller de Artesanías y mi propia máquina de
braille.
El año 2013 fue el mejor año que tuve, la vida me sonrío
de otra manera, hice muchas cosas que pensé que no volvería a hacer y todos los
días la vida me sonríe de una manera muy especial, siempre digo, mis ojos no
ven por eso cuando me levanto temprano Dios me toma de la mano y me dice seguí adelante.
Me quedan muchas cosas que contarles todavía pero
lo principal de una persona discapacitada es saber que nunca esta solo/a, cuando
miro a mi alrededor y veo todas las cosas que me pasaron solo rescato lo bueno
porque las cosas malas van a seguir pasando.
Creo que aprendí a vivir una nueva vida, con esa
pequeña discapacidad que muchos dirían como puedo hacer para seguir adelante y ahí
les digo, no veo con mis ojos pero veo las cosas de otras maneras, el reconocer
a las personas con el tacto e imaginarme como es porque todas las cosas que
hago con mis manos lo aceptan, es seguro de que está bien.
Quiero agradecer a todas las personas que me
ayudaron en mi rehabilitación, profesores, profesoras, la gente del Centro del
Ciego y cuando quieran saber cómo estoy solo llámenme por teléfono y siempre me
van a encontrar con una sonrisa y no quejándome.
Lidia Sanabria
Enero de 2014
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