miércoles, 8 de enero de 2014

MI REHABILITACIÓN (COMO PUDE SUPERARME EN MI CEGUERA)



Hoy voy a contarles  como me di cuenta que estaba perdiendo la vista. En el año 1986 con 34 años de edad, cuando tenía que leer algo debía salir al sol, era dueña de una librería y cuando tenía que mirar los precios de las facturas prendía todas las luces o me acercaba a la ventana para distinguir  bien dichos precios.

En el mes de mayo de 1987 nace mi hijo Mauro, con un bebe y los otros cuatro chicos, los más pequeños en la Escuela y los otros en el Colegio no había tiempo para pensar en que lamentablemente estaba perdiendo la vista, el tener un esposo enfermo y tener que seguir llevando adelante una familia.


Como mama pensaba  en mis hijos antes que en mí, fueron pasando los años y mi bebe ya caminaba, una noche al salir de la Iglesia las nenas iban por delante jugando y yo de la mano con el bebe, no me di cuenta de que había un desnivel y resbalo y me caigo, “claro, no distinguí que no tenía que ir por allí” porque no quería que nadie se dé cuenta que no veía.

Como toda familia los chicos dependían de mi, los quehaceres de la casa, lavaba la ropa, planchaba, cocinaba, limpiaba la casa, hacia pan al horno de ladrillo, tenía un hermoso patio que lo mantenía limpio y una huerta en la que sembraba todo tipo de verduras, cuando me sentaba frente a mi casa siempre daba la espalda a la calle porque si alguna vecina me saludaba sin hablarme no sabía quién era, a veces me decían no me saludaste y no se daban cuenta que no le veía.

El 7 de mayo de 1990 fallece mi bebe antes de cumplir los tres años, creo que no hay dolor más grande al sentir que un hijo se te muere en los brazos. El 2 de mayo del mismo año, justo el día que mi bebe hubiera cumplido los 3 años hago la primera consulta con la oculista, la cual me dice que estaba prácticamente ciega, no tuve ganas de llorar, no tuve ganas de culpar a nadie, sino que pensé en consolar a mi mama que lloraba como una loca y me decía ¿que va a pasar con tus hijos?.

Pase un mes en la casa de mis padres sin poder ir a mi casa porque tenía que ir cada dos días a control. Tenía que ser fuerte porque mi padre era ciego y mi mama enferma del corazón. En julio vuelvo a mi casa, creo que mis hijos no se dieron cuenta que yo estaba ciega, lo que rescato de esto es que nunca me sentí discapacitada, delante de los chicos sufri mucho, cuando traían tareas les decía léanme así les ayudo.

Seguí siendo madre, esposa y por no pensar cuando me di cuenta estaba embarazada nuevamente, pasaron los meses y en el mes de enero de 1991 con un embarazo de siete meses vendí todo lo que tenía en Salto Encantado y nos mudamos a Oberá, cerca de mi familia.


En marzo de 1991 nace Carolina, para mí fue lo máximo al sentir el llanto de mi hija y preguntarle a la enfermera si era sanita y si no le faltaba nada. Cuando me la trajeron vestida la puse en mis brazos y no deje que nadie se la lleve del lado mío. Vengo  a mi casa donde me esperaban mis cuatro hijos con mi polaquita en brazos, otro desafío para la familia y para mí. Cuidar la bebe, cambiarla, darle de comer, pero todo fue tan lindo que nada fue difícil.

Cuando mi beba tenía siete meses, me visitaron dos mujeres y me invitan a participar de las reuniones de un Centro Amigos del Ciego. Paso un mes y un día decidí llegar a ese lugar donde se reunían los sábados a la mañana en la parte de atrás de la Iglesia San Antonio, estuve con otras personas ciegas como yo, todos mayores, me contaron que podía aprender a tejer, el sistema braille,  orientación y movilidad, eso me llamo la atención, como aprender a caminar guiada por un bastón.

Venia gente de Posadas para realizar demostraciones de como el lazarillo tenía que caminar con un ciego. En junio de 1992 nace mi segundo hijo después de ciega, mucha gente me crítico, mi propia familia me decía que iba a hacer con dos chicos si no vas a ver y yo les decía: ellos tienen los ojos que a mí me falta. Fui a unas clases de rehabilitación, era muy difícil con los dos chicos, mis hijas iban al colegio, los varones trabajaban y yo tenía que hacerme cargo de los bebes y de la casa, mi marido trabajaba en Jardín América toda la semana.

En 1993 asumí con más responsabilidad y me di cuenta que necesitaba una rehabilitación, total concurría a todas las clases que se daban en el Centro de Ciegos, tejidos de macramé, cartonado, las primeras letras en braille y el manejo del bastón me costaba mucho, pensar que con ese bastón al parecer tan insignificante podía sentirme libre y caminar sola, tuve la ayuda de una gran persona que es el Profesor Diego Constantin, me enseño como subirme a un auto, a un colectivo, como orientarme al pasar una calle, tener la seguridad y como detectar el peligro, o sea una vereda rota, un árbol y tantas cosas más. La otra persona que también me ayudo en mi orientación fue María Laura Dontti, con ella tuve la seguridad que no tenía antes al caminar, porque un ciego cuando asume su discapacidad y que en ese bastón encuentra la identidad, no tenemos que tener vergüenza ni sentirnos menos al usar un bastón.

Creo que lo más difícil de una rehabilitación es cómo encarar a la familia, que te acepten como sos, con la torpeza de un ciego y a veces tener que llevar todo por delante, aprendí todo lo que me propuse, tejido, cartonado, encuadernación, cerámica, todas las otras artesanías y en lo que más hice hincapié fue en el sistema braille con el cual hoy hago transcripciones de libros y enseño a todo aquel que quiera aprender.

Estudie informática a través de un convenio que tuvo el centro de Ciegos con el IPET, así tuve acceso a la escritura en una computadora, hoy tengo la mía que tiene un programa de vos con la cual puedo escribir y escuchar los mensajes.

Hace 18 años soy viuda, siempre fui y soy cabeza de la familia, a mis hijos le habrá faltado la parte material de las cosas per el amor y el cariño nunca le faltaron.

Año 1997, me invitaron a un programa de radio en la cual fui co-conductora con Chinchu Sosa, es una de las cosas que me gusto y me sigue gustando poder salir al aire.

Lo que no me gusta es que me tengan lastima, sentir la discriminación, el que le pregunten a la persona que me acompaña ¿ella no ve? Si sabían y saben que nosotros no vemos pero hablamos, a mí ahora lo que me queda por hacer es tener mi propio Taller de Artesanías y mi propia máquina de braille.

El año 2013 fue el mejor año que tuve, la vida me sonrío de otra manera, hice muchas cosas que pensé que no volvería a hacer y todos los días la vida me sonríe de una manera muy especial, siempre digo, mis ojos no ven por eso cuando me levanto temprano Dios me toma de la mano y me dice seguí adelante.

Me quedan muchas cosas que contarles todavía pero lo principal de una persona discapacitada es saber que nunca esta solo/a, cuando miro a mi alrededor y veo todas las cosas que me pasaron solo rescato lo bueno porque las cosas malas van a seguir pasando.

Creo que aprendí a vivir una nueva vida, con esa pequeña discapacidad que muchos dirían como puedo hacer para seguir adelante y ahí les digo, no veo con mis ojos pero veo las cosas de otras maneras, el reconocer a las personas con el tacto e imaginarme como es porque todas las cosas que hago con mis manos lo aceptan, es seguro de que está bien.

Quiero agradecer a todas las personas que me ayudaron en mi rehabilitación, profesores, profesoras, la gente del Centro del Ciego y cuando quieran saber cómo estoy solo llámenme por teléfono y siempre me van a encontrar con una sonrisa y no quejándome.

Lidia Sanabria
Enero de 2014 

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