ROMANCE DEL NIÑO CIEGO
En las lindes de mi pueblo,
adornando una hondonada,
entre afilados peñascos
una ermita hay enclavada...
De una herida de sus piedras
brota agua juguetona
que forma con su paciencia,
cristalino manantial.
Siempre que amanece el día,
se paran a contemplar
un mozuelo pequeñito...
Él, no las puede mirar.
Las toma en sus manos finas,
y para que no sufran daño
las juguetonas gotitas,
las deja en el manantial.
Ellas continúan llorando
las mañanas al pasar...
Se preguntan muchas veces,
¡los ojitos del mozuelo,
no nos podrán admirar?
Todas las tardes grita:
¡Vuelve mañana, vuelve a mirar!
Los ecos de las montañas
repiquetean sin cesar.
Ya nace en los verdes prados
amapola y azahar.
La campana de la ermita,
de nuevo vuelve a tocar.
Las purpurinas gotitas
hasta no quieren brotar....
Tan sólo hay un ser que piensa,
no es el ciego, ni el arroyo,
no es ermita ni rosal,
no es clavel amoratado,
ni jazmín, ni azahar.
Es la madre del pequeño,
que encanecida se ha vuelto,
de tanto, tanto llorar.
Otra mañana a empezar...
El agua pura del arroyo,
volvió sola a brotar...
Sus gotas retozonas tantas veces,
no anunciaban hoy su tic, tac.
Ni las alondras del campo
sabían ya su cantar.
Ahora todas las mañanas,
marcha a cortar unos lirios,
y con ellos a cantar.
¡Para él, el canto es rezo,
y la oración es cantar!
Sigue cantando mozuelo
con la brisa mañanera...
¡No pares, sigue cantando,
estoy seguro que pronto
marcharás a contemplar
la carita de tu madre,
refulgente e inmortal!
santos aparicio
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